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Al crecer bajo el cuidado de la abuela, escribe 600 palabras.

En el largo río de mi memoria, las palabras y los hechos de mi abuela, así como su amable y gentil sonrisa, brillan como una caja en cada rincón. De baja a alta, mi abuela ha sido testigo de mi crecimiento. De negro a blanco, he sido testigo del envejecimiento de mi abuela. La abuela fue la primera maestra de mi vida y me dio la clave para crecer.

La Primera Puerta - Coraje Cuando era niño, era como un conejo obediente. No me atreví a decir ni hacer nada. La abuela lo vio y se lo tomó en serio. Un día, la abuela tomó mi libro favorito, señaló el párrafo sobre cómo escribir una carta al autor y me pidió que lo escribiera con una sonrisa. Miré a la abuela con una sonrisa, como si estuviera muy asustada. Mi abuela volvió a reír. Hija mía, ¿ni siquiera tienes el valor de escribir una carta? Tuve que aprender a intentarlo en la vida. De repente, la abuela me dio espíritu de lucha y encendió mi esperanza. Recuerdo que al final recibí una respuesta del autor y me sorprendió. Mi abuela me dio el valor de abrir la primera puerta de mi vida.

La segunda puerta, la bondad, dondequiera que vayas, debes echar una mano a las personas necesitadas. Esto es algo que mi abuela siempre decía porque sin importar a dónde fuera, ella siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás y ganó muchas amistades. Mi abuela me dio ejemplo con sus hermosas cualidades. Esas simples palabras, como una flor de magnolia en movimiento, perfuman mi vida. La abuela me brindó amabilidad y abrió la segunda puerta de mi vida.

La tercera puerta: el éxito. El año pasado iba a participar en un concurso. Este juego es muy importante. Estoy muy nervioso. Mi abuela sonrió y me dio unas palmaditas en el hombro. Vamos, mi abuela siempre te apoyará. En ese momento lloré y finalmente lo logré. Mi abuela también frunció la boca y estaba radiante de alegría. La abuela me dio la llave para abrir la tercera puerta al éxito. Mi abuela fue mi primera maestra. Bajo su influencia, me volví cada vez más maduro. Mis sentimientos por ella no se pueden expresar con palabras. Ahora, mi abuela está envejeciendo y su cabello se está volviendo azul, y mi tristeza es cada vez más profunda. Pero también quiero cuidar más de mi abuela. Cuando era niña, mi abuela me mostró el amanecer. Ahora estoy disfrutando del atardecer con mi abuela.